Ya había pasado una semana desde que llegué, y debía
abandonar el backpacker e instalarme en la nueva casa. Una vieja "Queenslander
house", casas de madera de dos pisos, con tejados a dos aguas, de estilo
victoriano, que eran carácteristicas de la región de Queensland, a la cual
pertenecía Brisbane. La parte superior de la queenslander se dividía en dos
habitaciones, una individual y otra compartida para 2 personas, y en la planta
baja había otras dos

Crucé el pequeño patio delantero y abrí la puerta de
entrada, el sonido de los ruedines de mi maleta al ser arrastrada junto con la
penumbra del amplio salón no denotaban el mejor ambiente para una bienvenida. Vislumbré
una luz que salía de un portátil y pegado a éste se encontraba Carlos, un mallorquín
pelirrojo de 1.90m de altura, aficionado al manga y total ferviente de "Diablo"… no
del ser satánico, sino del juego de rol online al que le gustaba jugar cada vez
que podía.

Cuando ya me había presentado ante todos, Carlos me dijo,
"verás como estarás a gusto en esta casa, porque aquí somos como un
familia" y no se equivocaba aunque me tomara algo de tiempo para descubrirlo.
Carlos se portó como un hermano para mi y nos ayudamos bastante, fue uno de los
personajes importantes de esta historia y es algo que le tendré eternamente
agradecido.
Ya se sabe que la convivencia en una casa es difícil y mas
cuando son supuestamente 6 personas las que deben compartir el mismo techo
pero, tras varias llegadas y despedidas de gente, terminamos creando un excelente
grupo humano. Lukas, un checo algo rarillo, Michael, un alemán terco y
obsesionado con el culto al cuerpo, pero
con un corazón que no le cabe en el pecho, el ya conocidísimo gran Carlos y un
servidor… fue genial vivir en esa casa y un honor compartirla con ellos.
Lástima que acabaran echándonos y disolviendo el grupo pero de eso ya hablaré
más adelante.
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