jueves, 15 de enero de 2015

Viaje a Australia (IX). La familia australiana.


Ya había pasado una semana desde que llegué, y debía abandonar el backpacker e instalarme en la nueva casa. Una  vieja "Queenslander house", casas de madera de dos pisos, con tejados a dos aguas, de estilo victoriano, que eran carácteristicas de la región de Queensland, a la cual pertenecía Brisbane. La parte superior de la queenslander se dividía en dos habitaciones, una individual y otra compartida para 2 personas, y en la planta baja había otras dos
habitaciones (individual y compartida), un amplio salón, un baño y una cocina con una puerta que daba al patio trasero, donde estaba la lavadora y los tendederos para la ropa. Los baños en Australia eran algo diferentes a los que había visto hasta ahora, pues el inodoro se encontraba en una pequeña habitación separada de la habitación contigua donde estaba la bañera y el lavabo.

Yo había optado por alquilar la habitación individual de la planta superior, pues la idea de compartir estancia, a pesar de ser mas barato, no me seducía mucho, a parte de las vistas y la tranquilidad que aquel cuarto me daba.

Crucé el pequeño patio delantero y abrí la puerta de entrada, el sonido de los ruedines de mi maleta al ser arrastrada junto con la penumbra del amplio salón no denotaban el mejor ambiente para una bienvenida. Vislumbré una luz que salía de un portátil y pegado a éste se encontraba Carlos, un mallorquín pelirrojo de 1.90m de altura, aficionado al manga y total ferviente de "Diablo"… no del ser satánico, sino del juego de rol online al que le gustaba jugar cada vez que podía.

Nos quedamos largo rato hablando mientras iban apareciendo los demás inquilinos de la casa y me iba presentando. Le mencioné mi afición por el poker,  sacamos unas cartas y empezamos a jugar unas partidas apostando macarrones, poco después se iba uniendo más gente a la timba y pasamos una tarde agradable.

Cuando ya me había presentado ante todos, Carlos me dijo, "verás como estarás a gusto en esta casa, porque aquí somos como un familia" y no se equivocaba aunque me tomara algo de tiempo para descubrirlo. Carlos se portó como un hermano para mi y nos ayudamos bastante, fue uno de los personajes importantes de esta historia y es algo que le tendré eternamente agradecido.


Ya se sabe que la convivencia en una casa es difícil y mas cuando son supuestamente 6 personas las que deben compartir el mismo techo pero, tras varias llegadas y despedidas de gente, terminamos creando un excelente grupo humano. Lukas, un checo algo rarillo, Michael, un alemán terco y obsesionado con  el culto al cuerpo, pero con un corazón que no le cabe en el pecho, el ya conocidísimo gran Carlos y un servidor… fue genial vivir en esa casa y un honor compartirla con ellos. Lástima que acabaran echándonos y disolviendo el grupo pero de eso ya hablaré más adelante.

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