sábado, 10 de enero de 2015

Viaje a Australia (XVII). Difícil estabilidad.

Pasaron unos días y me serené dejando la rabia por lo sucedido a un lado, enfrié mi mente y sólo pensé en hacer la mayor cantidad de dinero posible antes del feliz día de por fin abandonar ese país.

Gracias a mi amigo José,  un compañero de piso que volvía a Brasil, conseguí un trabajo por las tardes limpiando consultas y clínicas de médicos, que muy amablemente él me cedió antes de irse. Los jefes eran dos portugueses, padre e hijo, muy divertidos y agradables. Tony (Padre) y Carlos (hijo) que hablaban en una mezcla de portugues-inglés incomprensible, era gracioso verlos discutir así. No ganaba mucho pero el tiempo trabajado se me hacía ameno.

Poco después, mi amigo Luis también dejaba Australia para embarcarse en la aventura de viajar por el sureste asiatico. Una aventura que a mucha gente le gustaba hacer antes de volver a sus paises de procedencia, debido a la proximidad con Australia y porque siempre "te coge de camino". Por supuesto, a mí también me llamó la atención.

Antes de abandonar la ciudad de Brisbane, Luis me dio el número de su jefe para que lo llamara y ocupara el puesto que él dejaba libre como jardinero. Lo llamé y aceptó. De esa manera ya disponía de 4 empleos, algunos con mas horas de trabajo a la semana y otros con menos, con los cuales tenía una buena entrada de ingresos.

Era duro mantener los 4 empleos, había que hacer auténticos malabares para que uno de ellos no afectara al siguiente; días sin apenas dormir,  saltarme alguna comida o aprovechar las madrugadas para adelantar faena. No fue fácil, pero puedo asegurar con orgullo que conseguí realizar todo los trabajos lo mejor que pude, sin escatimar esfuerzo, hasta el último día antes de irme de la ciudad. Algo que me reconocieron mis jefes agradeciendome el esfuerzo, teniendo algún detalle conmigo y  prometiéndome su ayuda si algún día volvía a Brisbane.

Aún con tan poco tiempo libre, siempre intentaba seguir jugando al futbol los sábados por la tarde y mantener el contacto con los amigos. Los domingos trataba de  hacer alguna que otra excursión con Eli y Albert. O simplemente salir a tomar algo antes de empezar la estresante semana de trabajo.


Ya tenía una estabilidad económica más que  suficiente, un poco de tiempo libre para disfrutar con los amigos y la idea clara de ahorrar el máximo dinero posible para poder seguir viajando cuando dejara la ciudad. 

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