
Una vez desembarcado del avión y con la maleta facturada ya
recogida, me dirigí hasta las mundialmente conocidas aduanas australianas que
hasta tienen su programa de televisión donde se refleja como son de duras para
no permitir la entrada de cualquier sustancia peligrosa para el país y su
ecosistema. Ya había visto ese programa un par de veces antes de tomar el avión así
que iba un poco asustado, un miedo irracional y estúpido porque no llevaba nada
por lo que preocuparme, era la misma sensación que cuando te cruzas con un
control de la Guardia civil, sabes que llevas todos los documentos en regla, no
has bebido ni nada pero aún así preferirías no tener que encontrarlos.
Pasé el control de aduana sin el mayor problema, sólo
examinaron mis botas de fútbol cuando me preguntaron si llevaba algo que pudiera contener semillas o
restos de plantas, pero en 2 minutos ya estaba en la puerta del aeropuerto
cogiendo el taxi.
Me sorprendió que la primera persona "australiana"
que vería fuera del aeropuerto sería un taxista hindú con un turbante blanco,
barba y bigote perfectamente cuidado, un punto rojo pintado en la frente, una corbata
elegante, una camisa blanca perfectamente planchada y un pantalón de pinza
negro. La primera visión de Brisbane era
totalmente diferente a lo visto durante décadas en mi pueblo y eso me gustaba.
El taxi me llevó a mi lugar de alojamiento, la carrera me
costó unos $43 (AUD: dolares australianos), poco después me enteraría que podía
hacer el mismo trayecto en tren por apenas $7.
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