La vida en Australia tenía bastantes altibajos, era como una
montaña rusa de emociones y hechos que van cambiando tu entorno a cada momento.
La casa, los amigos, los estudios o el trabajo no solían ser de una gran estabilidad.
En parte, esto era lo que hacía de Australia una gran aventura, los constantes
cambios que surgían y que te hacían tomar decisiones a cada momento.
Me encontraba en un estado alto de ánimo, disfrutaba con los
amigos, tenía 3 trabajos que me reportaban bastantes beneficios y mi confianza
se fortalecía al verme superar los problemas. Pero, como toda montaña rusa,
cuando estas arriba toca bajar y a bastante velocidad.
Perdí el trabajo que tenía por las tardes, lo que suponía
una importante bajada de mis ingresos; nos echaron de nuestra casa, donde
convivía estupendamente con mis compañeros; y bastantes de los buenos amigos
que había conocido empezaban a abandonar la ciudad.
Con lo que ganaba en mi trabajo por las mañanas (unos $1.200
al mes), el de los sábados por la mañana ($200) y el de por las tardes ($1.000
aprox. al mes) sumaba una cantidad aproximada a los 2.400 dólares mensuales, restándole
los gastos que me suponía vivir en Brisbane (unos $1.100 al mes) me daba una
cantidad de casi $1.300 dólares que ahorraba cada mes, teniendo en cuenta que
aún me quedaba $1750 dólares que pagar del curso. En resumen, que si seguía a
ese ritmo de trabajo durante el tiempo que me quedaba en Australia, hubiera
conseguido el dinero suficiente para al menos amortizar lo que había invertido
en viajar a las antípodas. Pero el hecho de perder el trabajo me puso otra vez
contra las cuerdas.
La casa donde vivíamos estaba bastante bien, no tenía muchos
lujos que solían tener las casas de algunos amigos míos, como era el aire
acondicionado, la televisión por cable, la piscina o el gimnasio. Pero era una
casa acogedora que estaba cerca del centro de la ciudad, cuyo alquiler no era
excesivamente caro y con un gran nivel humano en su interior. Por ese motivo,
me enfadó bastante el hecho de que nos obligaran a abandonarla, haciendo que el
grupo se separa. Me mudé a una casa más pequeña que en la que vivía con 6
personas más, teniendo que pagar un poco más por el alquiler, aunque por suerte
el nuevo hospedaje estaba situado en la misma zona, sólo a una calle de distancia
del antiguo hogar. Los demás no tuvieron mejor suerte que yo, pues su casa
parecía tercermundista, aunque no les importó mucho pues no durarían mucho
allí.

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