Las semanas transcurrían inquietas en Brisbane y el nivel de
vida de la ciudad empezaba a pasarme factura, y nunca mejor dicho. El alquiler
semanal de la habitación, la comida, teléfono y transporte hacían bajar los
números de la cuenta corriente de una forma bestial. Y eso que había conseguido
un "trabajo" de 4 horas a la semana gracias a Luis, uno de mis
compañeros de clase, pero apenas me daba para cubrir la comida y poco mas. Tengo
que aclarar que busqué algún empleo especializado en algo que ya había
trabajado en España, que era operador de almacén o administrativo. Pero esa
clase de trabajos están prácticamente vetados para los estudiantes, así que tuve
que ir bajando mis exigencias hasta aceptar cualquier tipo de trabajo que
surgiera con tal de mantenerme.
Los pocos ahorros que me habían quedado después de planear
todo el viaje estaban casi agotados, ni siquiera tenía para comprarme el
billete de avión si decidía volverme a España. La ansiedad empezó a apoderarse
de mi, necesitaba un trabajo ya. Mi familia parecía haberse dado cuenta que no
lo estaba pasando del todo bien en tierras australianas e hicieron una pequeña
recolecta y me ingresaron un buen dinero en mi cuenta que me salvaría en caso
de que la cosa fuera a peor.
Yo siempre he sido una persona orgullosa, había ido a
Australia para triunfar o al menos a intentarlo, de ninguna manera iba a usar
el dinero que a mi familia tanto les cuesta ganar para sobrevivir en Australia
y luego tener que volver a España con el rabo entre las piernas. Me negaba a
que eso ocurriera.
A pesar de la frustración que sentía esas primeras semanas
por no conseguir trabajo, me sentía feliz por el hecho de que una vez más, sin
necesidad de que yo lo pidiese, mi familia había estado ahí echándome una mano
cuando las cosas iban mal y eso me daba confianza para afrontar las cosas con
mayor seguridad.
Le había comentado a Roberto, un salmantino bastante generoso que había
conocido mediante Miguel en la agencia, mi problema laboral. Y gracias a él me
llamaron para trabajar de dishwasher (lavaplatos) en un restaurante chino en
Gold Coast, una ciudad a más de una hora de Brisbane.
El sueldo no era bueno, pues $12 por hora era algo
insultante cuando lo mínimo que se pagaba en cualquier empleo eran unos $18 por
hora. Pero al ser 10 horas diarias, con
almuerzo y cena incluidos, hacía que el total ganado a la semana fuera más que
suficiente para vivir sin problemas. El trabajo era muy duro y bastante
exigente. Aparte de las casi 13 h. diarias que había que dedicarle entre
trabajo y desplazamientos, lo cual me suponía un gran inconveniente con la
escuela, pues faltaba mucho a clase y hacía que mi nivel de asistencia bajara
considerablemente lo cual condujo a que me mandarán un "warning" o
aviso diciendome que no estaba cumpliendo con los requisitos del curso y que llamarían
a inmigración con la consiguiente anulación de mi visa y posterior deportación
si seguía faltando a clases.

Poco después me volvió a llamar Roberto para decirme que
había un puesto disponible como cleaner (limpiador) en un edificio de oficinas
y rápidamente lo acepté. Eran 4 horas diarias y estaba a 15 minutos de casa, lo
que me permitía ir a clases sin problemas. Aunque ganaba menos que en el
restaurante, éste trabajo me dio la
estabilidad para poder seguir viviendo en Australia y no tocar el dinero que mi
familia me prestó.
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