Las vacaciones terminaron rápido y pronto llegaba la vuelta
al trabajo. Vuelta a la rutina pero con las pilas cargadas. Me sentía muy bien,
el trabajo no se me hacía tan duro como al principio, a pesar del calor sofocante,
y mi cabeza divagaba sobre los posibles destinos de los que disfrutar una vez
acabada mi estancia en Brisbane.
Los días y las semanas pasaban volando. El buen rollo en los
trabajos, la ausencia de aburridas clases y los gratos momentos con mis amigos
contribuían a que fuera así. En uno de esos inolvidables momentos con mis
buenos amigos, tomando unas cervezas después de un partido de fútbol, conocí a
una persona maravillosa. Una onubense preciosa de pelo largo, figura esbelta y mucha
personalidad llamada Cristina. Gracias a ella, redescubrí algo que había
olvidado cuando llegué a Brisbane y que me era muy típico y familiar en mi
tierra cada vez que salía a la calle, la forma de andar y de vestir, sobretodo
de las mujeres andaluzas. Ese sonido de tacones al ritmo del latido de un
corazón que silencia todo a su alrededor y hace que, por mucho que te resistas,
tengas que girar la cabeza en busca de la dueña de tan dulce melodía. Y la
forma de vestir tan casual y elegante al mismo tiempo, ese arte de estar igual
de guapisima con un pantalón vaquero y una camisa que con un traje de noche.
En Australia no se lleva ese estilo de moda, los tacones
apenas se ven y a las que los llevan se les nota que están incómodas con ellos
por la falta de costumbre. Y la ropa casi siempre holgada con colores
llamativos y diseños estrafalarios. Puede que yo sea demasiado clásico para
estas cosas y un inculto en moda, pero no hay nada más atractivo que una mujer
con tacones, pantalón vaquero ajustado, camiseta y personalidad.
Debido a que mi trabajo por las tardes y las clases de
Cristina empezaban a la misma hora, y no estaban muy lejos un sitio del otro,
solíamos quedar a tomar un café y charlar antes de ir cada uno a realizar sus
obligaciones. Era otro momento agradable del día que hacía del tiempo que me quedaba
en Brisbane algo fugaz, aunque era el único instante en el que no me alegraba
de que fuera así.
Poco después, hablé con Albert y unos cuantos amigos más y ya tenía hecho mi plan de viajes para cuando se me acabara la visa: Cairns (Australia), buceo en la barrera de Coral, Bali (Indonesia), Tailandia y España!!.
"No podras descubrir nuevos océanos si no tienes el coraje de perder de vista la costa"
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